La brisa entra por la ventana acariciando
suavemente las lágrimas de cristal que, tras casi un lustro inmóviles, dejan
caer el polvo acumulado y entonan melancólicas notas al chocar unas contra
otras.
Al encontrar todo cerrado, la brisa intenta
salir por donde había entrado….. pero aquella ventana también está cerrada…..
Siente la risa del viento huracanado…..
Desorientada, corre por la casa….. las
lágrimas entonan un canto de agradecimiento por el retorno de la vida…..
La brisa se esconde debajo de la cama…..
pero las notas la siguen hasta allí.
La lluvia golpea los tejados de uralita
produciendo un extraño sonido de tambores lejanos….. Rayos y relámpagos
iluminan momentáneamente las calles para sumirlas, posteriormente, en la más
profunda oscuridad.
Cuando
despierta, recuerda haber soñado que era una brisa….. Cierra los ojos e intenta
reproducir aquella sensación…..
Cuando
suena el despertador, Helena estira el brazo para apagarlo y, sin darse cuenta
– o sin querer darse cuenta – roza con la mano una de las lágrimas de cristal
que cuelgan sobre la mesilla de noche, la cual, al chocar contra la de al lado,
reproduce una transparente nota que la devuelve al sueño…..
Una vaga
pero, a la vez, reconfortante sensación de su vuelo como brisa, la acompaña
durante todo el día.
Esa noche
decide dormir debajo de la cama…..
Alguien le toca el pie: “Perdone, ¿le
importaría echarse hacia un lado? ¿Se ha caído de la cama? ¿Piensa quedarse
muchos días? ¿Ronca? ¿Quiere que seamos mejores amigas? ¿Dónde ha comprado ese
pijama? ¿Le molesta si pongo la radio? ¿Ha traído algo para comer? ¿Le gustan
los espejos? ¿Quiere que le lea un cuento? ¿Le puedo hacer una pregunta?”
Sonríe….. “¿Qué le hace gracia?”….. Vuelve
a sonreír y dice: “Me ha hecho gracia que después de tantas preguntas me
preguntes si me puedes hacer una pregunta”.
Despierta…..
mira debajo de la cama pero no hay nadie: Ni ella ni la Miniella.
Oye la
voz de su hijo mayor: “¿Cómo te
encuentras?” Abre los ojos, mira al hijo y dice: “¿Bien?” El muchacho sonríe: “Parece
que por fin te bajó la fiebre…”
Cuando el
hijo marcha de la habitación, una brisa suave la llama desde la ventana: “Psss, psss, ey, ¿puedo entrar?”…..