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lunes, 24 de octubre de 2011

Tengo

“Tengo una cueva, un manzano, un cerezo, una morera, un río de 5 metros de largo por 2 de ancho muy caudaloso, un pozo de 27 centímetros de profundidad y 3 metros de arco-iris que me regaló un unicornio.”
Me mira sonriendo y, como si adivinara lo que estoy pensando, dice: 27 centímetros de profundidad está bien”.
Una vez más – sonriendo  y como si supiera lo que estoy pensando – vuelve a hablar: “Si vienes mañana, conocerás al unicornio”.
Como podéis imaginar, volví al día siguiente. El muchacho jugaba con el animal. Los miro durante unos segundos y digo: “No es un unicornio... es un toro”.
El chico me mira asombrado: “Sólo tiene un cuerno... Es un unicornio”.
El unicornio se acerca y pone sobre mi mano un cristal que llevaba en la boca, después se echa hacia un lado y, al contactar con el sol, del cristal se desprende un arco-iris.
El muchacho me mira sonriendo: “Tenemos lo que queremos tener”.
Helena

domingo, 16 de octubre de 2011

El reloj atómico

Alberto tenía once años cuando supo de la existencia del reloj atómico de San Fernando, de su exactitud y de su control sobre el horario nacional.
Así, a esa temprana edad, decidió su futuro: “De mayor seré científico y trabajaré en el observatorio de San Fernando”.
A Alberto, en realidad, no le interesaba la exactitud..... lo que le interesaba era el control.
Pero la intención del futuro científico no era controlar a las personas sino controlar el reloj y crear lo que él llamaba el tiempo niño.
Así cada tarde, cuando acababa los deberes (sabía que tenía que estudiar mucho para ser un buen científico), hacía cálculos y más cálculos para cuadrar el horario ideal que definiría el tiempo niño.
Sus primeras anotaciones fueron:
El día está dividido en 24 conjuntos de 60 unidades cada uno.
      24
   x 60
      00
  144
  1440 unidades
A los conjuntos los llamaré horas y a las unidades minutos.
Después de estas anotaciones miró por la ventana y contó hasta 1440. Mientras lo hacía se aburrió 6 veces, pero sabía que un buen científico no podía abandonar la investigación por causas tan triviales como ésta.
Al día siguiente anotó:
Distribución de las actividades por horas:
De 9 a 17 estoy en el cole = 8 horas
De 17 a 18 vuelvo del cole y meriendo = 1 hora
De 18 a 21 voy a inglés o futbol, hago los deberes, miro la tele y me ducho = 3 horas
De 21 a 22 ceno, me lavo los dientes y me voy a la cama = 1 hora
De 22 a 8 leo, no puedo dormir, me duermo, me despiertan, no me puedo despertar, me encienden la luz y me destapan, me despierto y me levanto = 10 horas
De 8 a 9 desayuno, me visto, me lavo la cara y voy al cole = 1 hora
8+1+3+1+10+1=24 ¡Exacto!
El tercer día anotó:
60x8=  480
60x1=    60
60x3=  180
60x1=    60
60x10=600
60x1=    60
          1440 ¡Exacto!
Muchas páginas después las anotaciones seguían así:
De 9 a 17 las horas deberán durar 45 minutos. Sobrarían 15 minutos de cada hora.
15x8=120 minutos
De 17 a 18 la hora durará 90 minutos. Me faltan 30 que cogeré de los 120 que me sobraron antes.
120 –30=90 minutos
De 18 a 21 la hora de inglés y futbol seguirá durando 60 minutos, las otras dos horas durarán 75 minutos. Faltarán 15 minutos de cada hora que cogeré de los 90 que tengo guardados.
15x2=30
90 –30= 60 minutos
 De 21 a 22 la hora durará 90 minutos. Faltarán 30 que cogeré de los 60 que me quedaban.
60 –30= 30 minutos
Así – teniendo claro cuanto debería durar cada hora desde las 9 de la mañana hasta las 10 de la noche, y con 30 minutos de sobra según el horario actual – Alberto estuvo tres semanas sin hacer ninguna anotación, ya que debía controlar cuáles eran las horas que no podía dormir para hacerlas más cortas que las otras en las que realmente dormía, porque así descansaría más y mejor.
En su última anotación se puede leer:
Los 30 minutos que me sobran los pondré de 7 a 8, porque todavía me cuesta mucho despertarme.
Cuando controle el reloj atómico y su exactitud no esté relacionada con el tiempo real sino con mi distribución horaria, le pediré al Rey que obligue a los padres a dejar que los niños vean un vídeo antes de dormir (de 22 a 24), porque así no tendrán problemas para conciliar el sueño (si no me hace caso, acortaré las horas en las que está con la Reina para que no pueda ser feliz).
Alberto creció, estudió una carrera de letras, se casó, tuvo hijos y, en la actualidad, se queja del nuevo horario de los colegios: “Pero ¿cómo pueden quitar una hora del horario escolar?”

miércoles, 5 de octubre de 2011

Hoy será un día ingenioso

Las personas realmente ingeniosas, se la saben ingeniar para encontrar soluciones a problemas que parecen no tenerlas.
Un cliente nos ha explicado que el amigo de un amigo del tío de su prima, decidió dejar de fumar después de leer en un paquete de tabaco que dejar de fumar reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares (o algo por el estilo).
Pasó unos cuantos días dándole vueltas al problema: ¿Cómo podía dejar de fumar?
Finalmente decidió comentarlo con su amigo de toda la vida que era muy ingenioso. Después de escuchar atentamente las explicaciones del amigo del amigo del tío de la prima de nuestro cliente, el ingenioso dijo: “Conociéndote como te conozco, creo que el primer paso que debes dar para dejar de fumar es, simplemente, empezar a fumar”.
La coordinadora de los laboratorios, piensa que este ejemplo es un poco estúpido (y política y socialmente incorrecto)... pero reconoce que la mejor manera de saber si una cosa irá bien o no es, simplemente, empezar a hacerla.
B. Posa’tBé